Headed soon to hike the Camino de Santiago in Spain.
Friday, August 30, 2024
Monday, August 26, 2024
HOMILY – 21st Sunday in Ordinary Time – Walk in Faith
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This weekend our faith is being tested by Jesus.He’s asking us, will we walk with him in faith?
Or will we walk away from Him as so many did when Jesus revealed the truth about himself?
The question Jesus asks today should cause us all to pause and reflect.
After telling a large gathering of followers that unless you eat my flesh and drink my blood you will not have life within you, many walked away from Jesus.
Sadly, many Catholics do not believe in the real presence of Jesus in the Eucharist. Because if they did, they would be here every week to receive Jesus.
How many of our own families have walked away from the Church… for whatever reason.
Today, Jesus is asking us, are we going to walk away, too?
Or are we going to walk with Him in this faith He is professing?
Most of us have struggled with this faith His early followers called, “The Way.” I’m sure you have your story about considering walking away from our faith.
Many did so after the clergy sex abuse cases came to light 20 years ago. Others left because of teachings they feel marginalize women. Others, closer to home, walked away because of Catholic participation in tribal schools.
My own faith journey is a complicated one.
When my father died when I was 14, I walked away from the faith.
When I hear the words of St. Paul in today’s reading to the people of Ephesus, “Husbands, love your wives, even as Christ loved the Church,” I understand how God used my faith-filled wife Mary to call me back to the Church.
The other important thing that brought me back to the Church: the birth of our children and their baptisms.
There is nothing like the birth of a child to help us to understand how much we don’t know. There are things beyond our human comprehension.
This child’s walk of faith must be carefully nurtured by our words, actions and beliefs.
As we hear today in the Book of Joshua, we need to help young ones understand why we and our household “will serve the Lord, for he is our God.”
This weekend, God brought us to His house to baptize our first grandchild at St. Anne Mission. Our son Connor and his wife Erika produced this beautiful miracle in our lives. His name is Jayce.
One of his godparents is a Catholic priest, a dear friend who attended Gonzaga University with our son.
Fr. Kyle Poje was ordained during the pandemic. He’s studying to eventually become the Judicial Vicar for the Seattle Archdiocese, with God’s good graces, a position that oversees the Tribunal, helping couples to clear away any impediments before marrying in the Church. Among many other important duties.
Fr. Kyle is a wonderful young priest, full of love and faith. He will be the perfect godfather for our new grandson and will help him walk with Jesus in his life. Of this we have no doubt.
As we performed the baptism yesterday, I had the blessing of baptizing my grandson with water and anointing him with Sacred Chrism oil as "Priest, Prophet, and King."
This is the start of his journey of faith and a life walking with Jesus. And it is a moment I will remember for the rest of my life. Even though Jayce will only remember that his grandfather was wearing a man dress and putting water and oil on his head.
I have no doubts our son and daughter-in-law will continue to teach Jayce about the teachings of Jesus. Even the difficult ones.
And he will have Fr. Kyle and others to help nurture this walk of faith, including his godmother, a classmate from Archbishop Murphy High School who I had the blessing to preside at her Catholic marriage at my former Church, Christ Our Hope in Seattle last December.
Speaking of walking in faith, I will be away from you for the next few months as I tackle walking the Camino de Santiago in Spain.
The Way of St. James was established over a thousand years ago after the discovery of his relics. The pilgrimage is on the UNESCO World Heritage List.
I had planned to walk the Camino de Santiago on my recent sabbatical, but the pilgrimage got postponed due to the birth of our first grandchild last fall.
Many still walk the Camino as spiritual path or retreat for their own spiritual growth, and to grow closer to Christ.
Please feel free to send as your prayers. I will carry this precious cargo close to my heart and pray them every day for you.
As I prepare to go on my Camino walk with Jesus, Christ concludes his Bread of Life discourse in John’s Gospel this weekend.
He’s thrown down the gauntlet by saying we must understand that His real presence is in the communion we receive each week and allow that communion with Him to transform our lives.
Today, Jesus is asking us all if we are going to walk with Him in this life or walk away.
What will be our answer?
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(Spanish Version)
HOMILIA – XXI Domingo Ordinario – Camina en la Fe
Este fin de semana nuestra fe está siendo probada por Jesús.
Él nos pregunta, ¿caminaremos con él en la fe?
¿O nos alejaremos de Él como muchos hicieron cuando Jesús reveló la verdad sobre sí mismo?
La pregunta que Jesús nos hace hoy debería hacernos a todos detenernos y reflexionar.
Después de decirle a una gran multitud de seguidores que a menos que coman su carne y beban su sangre no tendrán vida en ustedes, muchos se alejaron de Jesús.
Jesús nos está hablando de Su presencia real en la Eucaristía que recibimos hoy.
Lamentablemente, muchos católicos NO creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Porque si lo hicieran, estarían aquí cada semana para recibir a Jesús.
¿Cuántas de nuestras propias familias se han alejado de la Iglesia… por cualquier razón?
Hoy, Jesús nos pregunta, ¿también nosotros nos vamos a alejar?
¿O vamos a caminar en esta fe que Él está profesando?
La mayoría de nosotros hemos luchado con esta fe que sus primeros seguidores llamaban “El Camino”. Estoy seguro de que tienes tu historia sobre considerar alejarte de nuestra fe.
Muchos lo hicieron después de que los casos de abuso sexual por parte del clero salieron a la luz hace 20 años. Otros se fueron debido a enseñanzas que sienten marginan a las mujeres. Hay muchas razones.
Mi propio camino de fe es complicado.
Cuando mi padre murió cuando yo tenía 14 años, me alejé de la fe.
¿Qué me hizo volver? Primero, fue mi matrimonio.
Cuando escucho las palabras de San Pablo en la lectura de hoy a la gente de Éfeso, “Maridos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la Iglesia”, entiendo cómo Dios usó a mi esposa María para llamarme de vuelta a la Iglesia.
Lo otro importante que me hizo volver a la Iglesia: el nacimiento de nuestros hijos.
No hay nada como el nacimiento de un hijo para ayudarnos a entender cuánto no sabemos. Hay cosas más allá de nuestra comprensión humana.
Las maravillas de una nueva vida traída al mundo y la importancia de nutrir a estos preciosos seres humanos por el resto de nuestros días pueden ser asombrosas y despertarnos a la abundante gracia de Dios.
El caminar de fe de este niño debe ser cuidadosamente nutrido por nuestras palabras, acciones y creencias.
Como escuchamos hoy en el Libro de Josué, necesitamos ayudar a los jóvenes a entender por qué nosotros y nuestra casa “serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios”.
Este fin de semana, Dios nos trajo a Su casa para bautizar a nuestro primer nieto en la Misión de Santa Ana. Nuestro hijo Connor y su esposa Erika produjeron este hermoso milagro en nuestras vidas. Su nombre es Jayce.
Uno de sus padrinos es un sacerdote católico, un querido amigo que asistió a la Universidad de Gonzaga con nuestro hijo.
El Padre Kyle Poje fue ordenado durante la pandemia. Está estudiando para eventualmente convertirse en el Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Seattle, con la gracia de Dios, una posición que supervisa el Tribunal, ayudando a las parejas no casadas en la Iglesia a eliminar cualquier impedimento para que sus matrimonios sean bendecidos por la Iglesia. Entre muchas otras importantes funciones.
El Padre Kyle es un joven sacerdote maravilloso, lleno de amor y fe.
Será el padrino perfecto para nuestro nuevo nieto y lo ayudará a caminar con Jesús en su vida. De esto no tenemos ninguna duda.
Ayer, durante el bautismo, tuve la bendición de bautizar a mi nieto con agua y ungirlo con el aceite del Santo Crisma como "Sacerdote, Profeta y Rey." Este es el comienzo de su camino de fe y de una vida caminando con Jesús.
Es un momento que recordaré por el resto de mi vida, aunque Jayce solo recordará que su abuelo estaba usando una "túnica de hombre" y le puso agua y aceite en la cabeza.
No tengo dudas de que nuestro hijo y nuera continuarán enseñándole a Jayce sobre las enseñanzas de Jesús. Incluso las difíciles.
Y él tendrá al Padre Kyle y otros para ayudar a nutrir este camino de fe, incluyendo a su madrina, una compañera de la Escuela Secundaria Arzobispo Murphy con la que tuve la bendición de presidir su matrimonio católico en mi antigua Iglesia, Cristo Nuestra Esperanza en Seattle el pasado diciembre.
Hablando de caminar en la fe, estaré ausente de ustedes durante los próximos meses mientras emprendo el Camino de Santiago en España.
Esta es una de las tres grandes peregrinaciones en la cristiandad. Las otras son a Tierra Santa en Jerusalén y a Roma.
Santiago pasó tiempo en España predicando el Evangelio de Jesús.
El Camino de Santiago se estableció hace más de mil años después del descubrimiento de sus reliquias. La peregrinación está en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Había planeado caminar el Camino de Santiago en mi reciente sabático, pero la peregrinación se pospuso debido al nacimiento de nuestro primer nieto el otoño pasado.
Muchos todavía caminan el Camino como un camino espiritual o retiro para su propio crecimiento espiritual, y para acercarse más a Cristo.
Mientras tomo mi camino en la fe, haré lo mismo y les doy la bienvenida a compartir sus oraciones para llevarlas en este viaje.
Por favor, siéntete libre de enviarme tus oraciones. Llevaré este precioso cargo cerca de mi corazón y las rezaré todos los días por ustedes.
Mientras me preparo para ir a mi caminata del Camino con Jesús, Cristo concluye su discurso del Pan de Vida en el Evangelio de Juan este fin de semana.
Él ha lanzado el desafío diciendo que debemos entender que Su presencia real está en la comunión que recibimos cada semana y permitir que esa comunión con Él transforme nuestras vidas.
Hoy, Jesús nos pregunta a todos si vamos a caminar con él en esta vida o nos vamos a alejar.
¿Cuál será nuestra respuesta?
HOMILY – 15th Sunday in Ordinary Time – Rejection
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What
a blessing to preach on the weekend our Catholic Church remembers St. Kateri
Tekakwitha. This weekend’s message is about how we deal with rejection. St.
Kateri provides us an excellent model. More on that in a moment.
First,
there’s something interesting in today’s readings: Mark‘s is the only Gospel
that talks about anointing with oil to heal the sick – as a priest would do in
the Sacrament of Holy Anointing.
In today’s
Church, there are things that only a priest can do. Not the rest of us. More on
the “all of us” part in a minute.
Some may
ask, what is a Catholic deacon and what does he do?
There are three things a deacon cannot do that only a priest can do:
-
Consecrate bread and wine into the body and blood of
Christ.
-
Give absolution in confession.
-
Anoint the sick (because absolution comes with it).
Deacons
can baptize, do weddings, do Christian services to bury the dead, bring final
Viaticum (Bread for the Journey) to the dying, and are able to bless religious items
and people. Deacons sacramentalize service for the Church.
The
word deacon comes from the Greek word diakonia: or servant.
Deacons
have a three-fold ministry as Servant of Charity, Servant of the Word (or Gospel)
and Servant of Liturgy.
The
Seattle Archdiocese puts it this way, “A
permanent deacon is ordained for life, a cleric committed to bridging
relationships between the church and the most marginalized.”
I
share this to clear up any confusion about what a deacon is and how deacons in
the Church are different than priests.
But,
my sisters and brothers, this week’s message is about all of us. And
what we are all called to do as disciples of Christ.
Each
of us is responsible for sharing Christ’s message with the world. This is not
the sole possession of a priest or a deacon. But everyone.
This
weekend’s readings give a clear picture of the importance of everyday laypeople
in being prophets in today’s world.
The
source of this power comes from our baptism.
When
we are baptized, we are anointed Priest, Prophet, and King. Every one of
us.
This
is an enormous responsibility.
But
is being a prophet something we carry out in our daily lives? Or do we
think that’s someone else’s job?
Fr.
Joseph posed this question in his homily last weekend.
The
first reading from the Book of the Prophet Amos brings the message into clearer
focus.
Amos
was a simple man. As he said, I am not a prophet or son of a prophet, but a
simple shepherd and a dresser of Sycamore trees. In other words, he was an ordinary
layperson.
But
Amos experienced Yahweh’s call, God’s call, to leave the land of Judah in the
south to prophesy in the land of Israel in the north.
Somehow
the people there had lost God’s message about justice in the world, especially their
responsibility to not abuse, but take care of the poor and marginalized.
Amos’
message was sharp, speaking out against taxes and tributes required three times
a year from the poor to prop up a cultic leader, an increased disparity between
the wealthy and the poor, and proclaiming justice for all, not just the rich
and powerful. This message put him in the crosshairs of the King.
Amos was
walking in the same place where Jesus began his ministry, sharing a similar
message. And his reception was icy.
The
head priest Amaziah even tells him he should get out of town immediately before
he gets killed, accusing him of treason.
The story
of Amos happened nearly 800 years before Christ.
In
Mark’s Gospel, Jesus is telling the Apostles he’s sending out in Nazareth
that they will face the same rejection from political and religious
leaders.
He’s preparing
them for future leadership in the Church by showing these laypeople what
will happen when they start preaching the Gospel, start healing the sick, start
driving out demons. Many will reject their mission and their message.
And
so it is for all of us since we, too, are called to preach the Gospel in our
daily lives.
No
doubt we’ve encountered this rejection of our faith -- in our families, in
our communities, in today’s secular culture.
But
there is a deeper message in what Christ is saying today. And that message
resonates with the message of Amos. Charity and justice must be at the center
of our evangelization efforts.
Those
of us entrusted with sharing Christ’s message must always show love of God and
love of neighbor through their acts of Christian charity and by promoting
justice.
So
how do we do that in today’s world?
By
proclaiming justice. By our words of compassion and mercy (never judgment) that
are driving tenets of our faith. By our acts of charity to those living on the
margins of society. By our caring for each other in the Church and that
includes welcoming the stranger in our midst.
They
will know we are Christians by our love. Remember the words to that old hymn?
This
weekend the Apostles are given a great training exercise for how to be Church
in the world.
And what
gives us the power to evangelize Christ like this? Our baptism.
This
is the message from St. Paul to the people of Ephesus.
Paul
is writing this letter while sitting in a prison cell in Rome. The end is near.
And instead of wallowing in fear and self-pity, St. Paul is “overwhelmed by feelings of gratitude …(as)
he contemplates God’s love for (human)kind. In this ‘Magnificat’ (one unbroken
sentence in the original) he is not content merely to praise God’s bounty; he qualifies the Word with rich.[1]”
Structurally, Paul
organizes his thoughts around the work of the Holy Trinity (CCC 257–58). The
Father chooses us (Eph 1:4), the Son redeems us (1:7), and the Holy Spirit
seals us (1:13). Paul is celebrating blessings traditionally given to us in baptism.
We are rich
because of the Gospel we preach, a richness empowered by our baptism.
St.
Paul is sending a message of hope to a people being rejected for their
Christian beliefs.
He is
sending us the same message today, we all who are called to proclaim Christ by
our words and actions.
Not
to proselytize (or convert). But to evangelize by who we are and what we say and
do to our neighbors, our friends, our communities, even our enemies.
We
cannot just hear the word of God. We must share this great gift with
others despite its possible rejection.
St.
Kateri Tekekwitha understood this. She was the daughter of a Mohawk chief and a
captive Christian-converted Algonguin mother, both of whom perished in an
outbreak of what the tribe called “the purples” (smallpox). The disease that
left St. Kateri disfigured and sensitive to bright light for the remainder of
her days.
She was a little girl when she lost her parents and was taken in by her uncle, the new Mohawk chief.
Despite
being a child of privilege, St. Kateri accepted the humble message of Jesus
taught by her mother. And proclaimed Jesus for the rest of her days in simple
ways, by showing love in serving the needs of her community. By accepting the hostility
and rejection directed at her by tribal members who were troubled by her
strange Christian ways and by always showing love in the face of this rejection.
This
evangelization led many of her people to follow the path of Jesus.
And
so it is with us.
When
we share this rich message with others in simple ways, when we accept
the slights from those who ridicule our beliefs and show love even when rejected,
we, too, are doing Christ’s work in building up the Kingdom. And we become
prophets.
[1] D.
J. Leahy, “The Epistle to the Ephesians,” in A Catholic Commentary on Holy Scripture,
ed. Bernard Orchard and Edmund F. Sutcliffe (Toronto; New York; Edinburgh:
Thomas Nelson, 1953), 1121.
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(Spanish Version)
El
mensaje de este fin de semana trata sobre cómo lidiamos con el rechazo. Esto es
algo que todos enfrentamos en la Iglesia y en el mundo. Más sobre esto en un
momento.
Cada
uno de nosotros es responsable de compartir el mensaje de Cristo con el mundo.
Cada uno de nosotros.
Las
lecturas de este fin de semana nos dan una idea clara de la importancia de los
laicos en ser profetas en el mundo de hoy.
La
fuente de este poder proviene de nuestro bautismo.
Cuando somos bautizados, somos ungidos
como sacerdotes, profetas y reyes. Cada uno de nosotros.
Esta
es una responsabilidad enorme.
¿Pero
ser profeta es algo que llevamos a cabo en nuestra vida diaria? ¿O pensamos que
es el trabajo de alguien más?
La
primera lectura del Libro del Profeta Amós aclara el mensaje.
Amós era un hombre simple. Como él dijo,
no soy profeta ni hijo de profeta, sino un simple pastor y cultivador de
sicómoros. En otras palabras, era un laico ordinario.
Pero
Amós experimentó la llamada de Yahvé, la llamada de Dios, para dejar la tierra
de Judá en el sur y profetizar en la tierra de Israel en el norte.
De
alguna manera, la gente allí había perdido el mensaje de Dios sobre la justicia
en el mundo, especialmente su responsabilidad de no abusar, sino de cuidar a
los pobres y marginados.
El
mensaje de Amós era fuerte, denunciando los impuestos y tributos requeridos
tres veces al año de los pobres para sostener a un líder culto, la creciente
disparidad entre ricos y pobres, y proclamando justicia para todos, no solo
para los ricos y poderosos.
Este
mensaje perturbó al Rey y a los líderes religiosos.
Amós caminaba en el mismo lugar donde
Jesús comenzó su ministerio, compartiendo un mensaje similar. Su recepción no
fue bienvenida.
El
sumo sacerdote Amasías incluso le dice que debería salir de Betel
inmediatamente antes de que lo maten, acusándolo de traición.
La
historia de Amós ocurrió casi 800 años antes de Cristo.
En el Evangelio de Marcos, Jesús les dice
a los Apóstoles que está enviando en Nazaret que enfrentarán el mismo rechazo
de los líderes políticos y religiosos.
Él
los está preparando para futuros líderes en la Iglesia, mostrando a estos
laicos lo que sucederá cuando comiencen a predicar el Evangelio, a sanar a los
enfermos, a expulsar demonios. Muchos rechazarán su misión y su mensaje.
Y
así es para todos nosotros, ya que también estamos llamados a predicar el
Evangelio en nuestra vida diaria.
Sin
duda, hemos enfrentado este rechazo a nuestra fe -- en nuestras familias, en nuestras
comunidades, en la cultura secular de hoy.
Pero
hay un mensaje más profundo en lo que Cristo está diciendo hoy. Y ese mensaje
resuena con el mensaje de Amós. La caridad y la justicia deben estar en el
centro de nuestros esfuerzos de evangelización.
Aquellos
de nosotros encargados de compartir el mensaje de Cristo debemos siempre
mostrar amor a Dios y al prójimo a través de nuestras acciones de caridad
cristiana y promoviendo la justicia.
Entonces, ¿cómo lo hacemos en el mundo de
hoy?
Proclamando
la justicia. Con nuestras palabras de compasión y misericordia (nunca de
juicio) que son los principios rectores de nuestra fe. Con nuestras acciones de
caridad hacia aquellos que viven en los márgenes de la sociedad. Cuidándonos
unos a otros en la Iglesia y eso incluye dar la bienvenida al extranjero en
medio de nosotros.
Este
fin de semana, los Apóstoles reciben un gran ejercicio de entrenamiento sobre
cómo ser Iglesia en el mundo.
¿Y
qué nos da el poder para evangelizar a Cristo de esta manera? Nuestro bautismo.
Este
es el mensaje de San Pablo a la gente de Éfeso.
Pablo está escribiendo esta carta
mientras está en una celda de prisión en Roma. El final está cerca. Y en lugar
de hundirse en el miedo y la autocompasión, San Pablo está "abrumado por
sentimientos de gratitud ...(mientras) contempla el amor de Dios por la
humanidad. En este 'Magníficat' (una sola oración continua en el original) no
se contenta con solo alabar la abundancia de Dios; califica la Palabra con
rica."
Estructuralmente,
Pablo organiza sus pensamientos en torno al trabajo de la Santísima Trinidad
(CCC 257–58). El Padre nos elige (Ef 1:4), el Hijo nos redime (1:7), y el
Espíritu Santo nos sella (1:13). Pablo está celebrando las bendiciones
tradicionalmente dadas en el bautismo.
Somos
ricos por el Evangelio que predicamos, una riqueza fortalecida por nuestro
bautismo.
San
Pablo está enviando un mensaje de esperanza a un pueblo rechazado por sus
creencias cristianas.
Él
nos envía el mismo mensaje hoy, a todos nosotros que estamos llamados a
proclamar a Cristo con nuestras palabras y acciones.
No
para hacer proselitismo (o convertir). Sino para evangelizar por lo que somos y
lo que decimos y hacemos a nuestros vecinos, amigos, comunidades, incluso a
nuestros enemigos.
No
podemos simplemente escuchar la palabra de Dios. Debemos compartir este gran
don con los demás a pesar de su posible rechazo.
Cuando
compartimos este mensaje rico con otros de manera sencilla, cuando aceptamos
los desprecios de aquellos que ridiculizan nuestras creencias y mostramos amor
incluso cuando somos rechazados, también estamos haciendo el trabajo de Cristo
en la construcción del Reino. Y nos convertimos en profetas.