Saturday, April 4, 2020

HOMILY - Palm Sunday of the Lord's Passion - Passion of Our Times


On this Palm Sunday of the Lord’s Passion, I wanted to share with you a profound reflection written by a deacon friend who lives now with his family in Guatemala. Deacon Nate Bacon has become a global leader in the ecumenical Christian movement. He’s even had the honor to meet Pope Francis for his work.
Here are his thoughts on the Passion of Our Times:
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           "What does this moment in time mean for humanity?
The tiniest of invisible things, a virus, can whip through poor and rich, red, yellow, brown, black and white – no respecter of wealth nor power, and bring economies and nations to a halt in day, and soon to our knees in a way that the work-a-day world could never have imagined outside of the reality of horror films, even just a short month ago.

We are watching thousands, and perhaps soon millions die in an instant, in the blink of an eye. And in Lent no less when we remember we are but dust.
The wisdom of the elders is being erased as the virus hungers for them first, and as overburdened systems opt instead to save the younger ones.
Then there are those many nations who will never be able to procure tests before the pestilence has already wrought its havoc and claimed the lives of so many unsuspecting souls.
Then the frivolous, from (world leaders) who claim “it will all be over by spring” and lose precious time, to young spring-breakers who say ‘the hell with it’ and keep partying at the beach in Miami, or those who have no regard for their neighbors, thinking only of themselves, defying all restrictions that might possibly save their life and the lives of many.
The world is in a Lenten fast – for those who heed the experts and the governments who are trying to save their own, our homes become penitential cells of reflection (if we have homes at all).
Yet suddenly we are offered the gift of rediscovering our family within our four walls, if we are blessed enough to be together, and an even greater gift is offered, that we are only just beginning to see: the gift of recognizing that we are one human family, facing the same threats, yet holding the same hopes as well.
Suddenly, material things mean less: entertainment diversions dry up, bars and restaurants close, and perhaps we fill the void with a flurry of online parties and games, yet even that reminds us of how much we need each other.
The younger are tempted towards relief that the disease seems to take the elders, but that mentality only leads to spiritual death. We are our sister’s and brothers’ keepers. No one’s life matters less.
The wealthy economies can somehow muster billions or trillions of dollars to try to keep the capitalist systems alive, while in the garbage dump of Guatemala City (and so many places like it) those at the bottom, who pick through the world’s trash to survive, are left devoid of work, and abandoned by government and NGOs alike.
A perfect storm that reveals how fragile we are; a lesson we should have learned long ago, yet the pride of achievement, and industrial revolution blinded us over time to the dignity of those who were excluded, enslaved, and impoverished by unrestrained greed and power, camaflouged in suits and ties and superficial smiles.
And now those who put their lives on the lines every minute of every day to help save all the lives they can, are left exposed without the protective clothing that might ensure their ability to be there for their own families, as well as the world.
This invisible virus, moving seemingly at the speed of light, is offering us a great, and severe, and costly gift, perhaps our last, if we have eyes to see. To turn again to the things that matter, to the Source of Life, to our neighbor beyond walls and borders, to the very lifeblood of our Sister Mother Earth who cradles and feeds us without complaint, even as we grasp her in a stranglehold, refusing to loosen our grip.
If we have eyes to see, and ears to hear, then this is our moment to awaken from our self-medicated slumber, and begin to ask new questions, and turn to new paradigms, to our Creator, and to our neighbor, and re-build this beautiful, yet tortured world from the bottom up, no longer upon the fragile straws of greed and false comfort, but on the solid pillars of sanity, justice, and love.
Our ancestors, and our descendants are watching this drama unfold. It is for those of us in the ring at this poignant moment, to prove our valor, solidarity, and compassion. The world awaits our response.”


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 En este Domingo de La Pasión del Señor, quería compartir con ustedes una profunda reflexión escrita por un amigo diacono que vive ahora con su familia en Guatemala. El diacono Nate Bacon se ha convertido en un líder mundial en el movimiento ecuménico cristiano. Incluso ha tenido el honor de conocer al Papa Francisco por su trabajo.
Aquí están sus pensamientos sobre la Pasión de Nuestros Tiempos:
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"¿Qué significa este momento en el tiempo de la humanidad?
La más pequeña de las cosas invisibles, un virus, puede azotar a través de pobres y ricos, rojos, amarillos, marrones, negros y blancos - nada respetuoso de la riqueza ni del poder, ni de llevar a las economías y a las naciones a un alto, y pronto de rodillas de una manera que el mundo del trabajo a día a día nunca podría haberlo imaginado fuera de la realidad de las películas de terror, incluso hace pocos meses.
Estamos viendo a miles, y tal vez pronto a millones morir en un instante, en un abrir y cerrar de ojos. Y en Cuaresma no serán menos, cuando recordemos que no somos más que polvo. La sabiduría de los ancianos se está borrando porque el virus los toma primero, y como sistemas sobrecargados optan en su lugar por salvar a los más jóvenes. Luego están esas muchas naciones que nunca podrán hacerse pruebas antes de que la pestilencia ya haya causado estragos y se haya cobrado la vida de tantas almas desprevenidas.
Luego los frívolos, desde (los líderes mundiales) que afirman "todo habrá terminado para la primavera" y pierden un precioso tiempo, hasta los jóvenes que vacacionan en primavera y dicen 'al infierno con el virus' y siguen de fiesta en las playas de Miami, o aquellos que no toman en cuenta a sus vecinos, pensando sólo en ellos mismos, desafiando todas las restricciones que posiblemente podrían salvar su vida y la de muchos.
El mundo está en un ayuno cuaresmal – para aquellos atentos a los expertos y a los gobiernos que están tratando de salvar a los suyos, nuestros hogares se convierten en células penitenciales de reflexión (si tenemos hogares aún).
Sin embargo, de repente se nos ofrece el don de redescubrir nuestra familia dentro de nuestras cuatro paredes, si estamos lo suficientemente bendecidos para estar juntos, y se ofrece un don aún mayor, que apenas estamos empezando a ver: el don de reconocer que somos una sola familia humana, enfrentando las mismas amenazas, pero teniendo las mismas esperanzas también.
De repente, las cosas materiales significan menos: las desviaciones de entretenimiento se secan, los bares y restaurantes se cierran, y tal vez llenamos el vacío con un aluvión de festines y juegos en línea, sin embargo, incluso eso nos recuerda lo mucho que nos necesitamos el uno al otro.
Los más jóvenes son tentados por el alivio de que la enfermedad parece tomar a los ancianos, pero esa mentalidad sólo conduce a la muerte espiritual. Somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas. La vida de nadie importa menos.
Las economías ricas pueden de alguna manera reunir miles de millones o billones de dólares para tratar de mantener vivos los sistemas capitalistas, mientras que en el basurero de la ciudad de Guatemala (y tantos lugares como ese) los que están en el fondo, los que recogen la basura del mundo para sobrevivir, se quedan sin trabajo y abandonados por el gobierno y por las ONGs.
Una tormenta perfecta que revela lo frágiles que somos; una lección que debimos haber aprendido hace mucho tiempo, sin embargo, el orgullo del logro y la revolución industrial nos cegó con el tiempo a la dignidad de aquellos que fueron excluidos, esclavizados y empobrecidos por la codicia y el poder sin restricciones, camuflados en trajes, corbatas y superficiales sonrisas.
Y ahora aquellos que ponen sus vidas en riesgo cada minuto para ayudar a salvar todas las vidas que pueden, se quedan expuestos sin la ropa protectora necesaria que podría asegurar su capacidad de estar para sus propias familias, así como para el mundo.
Este virus invisible, que se mueve aparentemente a la velocidad de la luz, nos ofrece un don grande, severo y costoso, tal vez el último, si tenemos ojos para ver. El voltear nuevamente a las cosas que importan, a la fuente de vida, a nuestro prójimo más allá de los muros y las fronteras, a la propia sangre de nuestra madre Tierra que nos acuna y nos alimenta sin quejarse, aun cuando la estrangulamos reusando a aflojar, a nuestro control.
Si tenemos ojos para ver, y oídos para oír, entonces este es nuestro momento para despertar de nuestro sueño automedicado, y comenzar a hacer nuevas preguntas, y volver a nuevos paradigmas, a nuestro Creador, y a nuestro prójimo, y reconstruir este hermoso, pero torturado mundo de abajo hacia arriba, ya no sobre la frágil paja de la codicia y el falso consuelo, sino sobre los sólidos pilares de la cordura, la justicia y el amor.
Nuestros ancestros y nuestros descendientes están viendo cómo se desarrolla este drama. Es para aquellos de nosotros que estamos en el ring en este momento conmovedor, el demostrar nuestro valor, solidaridad y compasión. El mundo espera nuestra respuesta".




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